Hace unos meses tomé una decisión que para mi fue muy, pero que muy dura. Decidí dejar mi trabajo. Mirando atrás, ahora me doy cuenta de que se me hizo demasiado cuesta arriba para lo que realmente debería de haber sido. Es decir, que mirándolo con perspectiva, me doy cuenta de que, ni era para tanto, ni debería habérmelo tomado así. Pero bueno, ésa es la magia del tiempo, que te hace ver las cosas con otra perspectiva.
En fin, sin entrar en mayores reflexiones filosóficas, voy a contar un poco cómo está siendo mi vida después de tomar esa decisión.
Un poco perdido
Lo primero, decir que estoy un poco perdido. No sólo en materia laboral, sino también en materia vital. Me doy cuenta de lo importante que es, al menos para mi, el tener más o menos claro hacia dónde te diriges. La incertidumbre es un estado con el cual no es del todo fácil convivir. A la incertidumbre económica, que por supuesto es la más evidente cuando no tienes trabajo, se suman otro tipo de incertidumbres más o menos poco llevaderas.
Menos compromisos sociales
Primero está la incertidumbre «social», que digamos. En una especie de rueda maquiavélica, unas cosas llevan a otras. A mí por ejemplo lo que me pasa es que al no tener trabajo, no tengo dinero, y al no tener dinero, no puedo hacer cosas que antes hacía. Esas cosas pasan por atender a compromisos, salir a cenar con los amigos, regalar en un cumpleaños, y un sinfín de cosas que aunque una a una no tienen mucha importancia, la suma de todas representa un gasto importante. Entonces, cuando no puedes atenderlo todo, tienes que elegir, y como la elección es dura, acabas prácticamente por no hacer nada.
Sé que esto puede parecer un poco exagerado. En realidad, existen un sinfín de cosas que se pueden hacer sin dinero, y como todos sabemos, no es el dinero lo que nos hace felices. Pero como ya escribí hace un tiempo, sí que creo que el no tener dinero nos resta felicidad, ya que nos hace ser menos libres.
Menos compromisos sentimentales
Al mismo tiempo que la incertidumbre sobre el futuro me quita energía para atender a compromisos sociales, otra cosa que me pasa es que tengo también menos energía para comprometerme en mis relaciones. Tanto a nivel de amigos, como sobre todo con mi pareja.
De nuevo, siempre se pueden hacer cosas que no requieran un gasto importante. Siempre hay planes baratos. Pero no nos engañemos: faltan ganas. Hay apatía. La energía se pierde en preocupaciones, angustias y en darle muchas vueltas, demasiadas, a la cabeza. Y con semejante fuga de energía que se pierde en tantas cosas, al final queda menos energía para dedicar a lo importante. Es triste, pero es así. Al menos a mí me está pasando.
Salir menos con mi pareja, tener menos detalles con ella, y en definitiva, tener menos ganas de hacer cosas. De momento no parece que esté afectando demasiado a nuestra relación, y espero que no suceda, aunque lo que está claro es que es una cuerda que no se puede tensar indefinidamente. Afortunadamente, está teniendo muchísima paciencia y comprensión. Menos mal.
Menos ganas en general
Pues eso, que al margen de amigos y amoríos, sí que puedo decir que en general, la situación es complicada. Complicada porque la energía no es ilimitada, y cuando se gasta mucha en unas cosas, lógicamente queda menos disponible para otras. En mi caso, mi proyecto personal me consume mucha energía, y eso hace que me queden pocas fuerzas y ganas para otros aspectos de mi vida.
Sé que es una situación temporal y pasajera, pero espere que dure poco, porque al final lo que realmente importa puede que sean las relaciones personales. Y yo estoy jugando con fuego ahora mismo.
UaU, Javier. Caí en tu blog por casualidad, y… vaya… ánimo! Me ha sorprendido este post. Ánimo! Un anónimo (llamado Óscar)
Hola Óscar! Muchas gracias por tus ánimos 🙂 Un abrazo!!
Es cierto,te sientes perdido,porque tienes unos hábitos y socializas,y cuando dejas un trabajo todo esto se va…