La Suerte No Existe

 

Y digo que la suerte no existe por dos razones. Al menos en el sentido popularmente aceptado de «algo bueno ha sucedido por casualidad«.

Esta frase tiene para mí dos errores de concepto. Lo de bueno (generalmente la buena suerte se asocia a algo bueno que haya sucedido) y lo de por casualidad (la suerte para ser suerte tiene que ser inesperada, si no es así no hablamos de suerte sino de consecuencia de algo).

Empezaré por lo segundo, lo de «ha sucedido por casualidad». Vamos a ver, las cosas suceden porque hay una serie de cosas que han sucedido previamente que hacen que luego los acontecimientos vayan por donde tengan que ir. Algún día escribiré sobre casualidad y causalidad, me la apunto. Vamos, que generalmente cuando a alguien le sucede algo «bueno» es porque ese alguien se lo ha currado antes para que sucediera. Rara vez sucede porque sí (aunque a veces ocurre por supuesto, por pura ley de probabilidades).

Y lo otro, por lo de «algo bueno». Este tal vez es menos intuitivo que el primero, porque por lo general la gente suele estar de acuerdo en que hay cosas «buenas» y «malas». Permitidme que lleve la contraria en esto.

Para mí, hay «cosas» y «cosas». Vamos, que solo hay «cosas». Que algo sea «bueno» o «malo» es por un lado relativo, y por otro incierto. Es decir, que como siempre, lo que para tí es bueno para mí puede ser malo. Pero más allá de eso. Lo que para tí es bueno HOY, puede ser malo MAÑANA. Entonces, ¿dirías hoy que es bueno su supieras que mañana podría no serlo?

Para ilustrar esto, dejadme que os cuente una historia que leí hace muchos años. Tal vez tuviera sólo 19 o 20 años, pero me impactó tanto que aún la recuerdo…

granjero

 

Érase una vez un granjero que vivía con su hijo en una cabaña. El granjero tenía una cuadra con un caballo muy bueno, que utilizaba para trabajar la tierra. Un buen día, cayó una tormenta con un fuerte viento que derrumbó la verja de la cuadra y el caballo se escapó.

Cuando los vecinos se enteraron fueron corriendo a consolarle:

– ¿que harás ahora para trabajar sin tu caballo? Estás anciano y no podrás hacerlo sólo… ¡qué mala suerte has tenido!

A lo que el granjero respondió con un escueto:

– Sí, puede ser…

Al cabo de poco tiempo, el caballo regresó por su propio pie a la granja. Traía consigo 10 caballos más que se le habían unido en su periplo.

Cuando los vecinos se enteraron fueron corriendo a felicitarle:

-Enhorabuena, recuperaste tu caballo, y además ahora tienes una cuadra entera que podrás vender y criar, ¡qué buena suerte has tenido!

A lo que el granjero respondió con un escueto:

– Sí, puede ser…

Al poco tiempo, el hijo del granjero trataba de domar uno de los caballos salvajes que habían adoptado. Durante la monta, el caballo tiró al hijo al suelo, partiéndole la pierna.

Cuando los vecinos se enteraron fueron corriendo a consolarle:

– Ahora tu hijo no podrá ayudarte. Estás anciano y no podrás hacerlo sólo… ¡qué mala suerte has tenido!

A lo que el granjero respondió con un escueto:

– Sí, puede ser…

Al poco tiempo, estalló la guerra con un país vecino. El ejército recorrió el país de casa en casa reclutando jóvenes para alistarlos en el frente. Se llevaron a todos los hijos de los vecinos, pero al hijo del granjero no pudieron llevárselo por tener la pierna rota.

Evidentemente, todos los vecinos le decían que el granjero había tenido mucha suerte.

 

¿Adivináis lo que respondió el granjero?

 

 

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